A la manera de Dios
- Arcadio Dardón
- 6 ene
- 3 Min. de lectura
Estimado hermano, estamos iniciando un nuevo año, y normalmente tenemos nuestra lista de cosas o propósitos que queremos cumplir. Por ejemplo: ser mejor persona, estudiar o capacitarme en cierta área, leer la Biblia completamente, servir en mi iglesia local, practicar deporte, ser mejor esposo, hijo, y la lista puede ser muy extensa. Al final del año vemos que logramos finalizar algunas metas, mientras que otras las volvemos a escribir en la nueva lista.

De lo anterior falta el más importante, el cual no considero que deba ser tratado como opcional, sino que siempre debe estar presente en la vida de todo creyente cristiano. Esto nos lleva a los siguientes versículos:
"Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo." -Mateo 22:37-39
En nuestra vida diaria, esto lo debemos tener como primordial, sin importar si es un nuevo año, un nuevo ciclo o como quieras nombrarlo. Amar a nuestro Señor con todo nuestro corazón, glorificarle, obedecerle y tener una comunión constante con Él.
Salomón nos dejó en la Palabra de Dios lo siguiente:
"El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre." -Eclesiastés 12:13
Nuestro todo en la vida se resume en honrar a Dios, con nuestros pensamientos y vida. El propósito de todo creyente es obedecerle, amarle y esto solamente lo podemos lograr estando en una comunión constante con nuestro Señor.
Hace unas pocas semanas, con motivo de estas fiestas decembrinas, tuve una reunión con compañeros de mi trabajo. Eran varios grupos, y me integré en una mesa donde encontré lugar. Entre ellos había una persona que se congrega en una iglesia cristiana. Entre pláticas salió un tema que querían consultar con este hermano: le preguntaban sobre una persona conocida entre ellos que se congrega en la misma iglesia y sobre unos actos indebidos que le descubrieron. Le decían: ¿Pero va a tu iglesia, verdad? Y le cuestionaban: ¡Cómo es posible que haga eso! Mi corazón en ese momento, al escuchar el reclamo, se "apachurró" y, siendo sincero, me sentí mal. No con un sentimiento de juzgar o ver lo malo, porque no soy nadie para hacerlo. Me sentí triste porque fui testigo de cómo un acto equivocado en nuestro comportamiento puede ser piedra de tropiezo en la vida de las personas.
En casa pensaba: ¿Qué pasó con esa persona? ¿Realmente será un creyente? ¿Cómo llegó a ese punto? Y podemos leer en la Biblia sobre muchos hombres que fallaron a Dios, pero que, sin embargo, por la misericordia de nuestro Señor, fueron perdonados: David, Salomón, Moisés, Pedro, entre muchos más.
En la Palabra de Dios leemos:
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor permanece para siempre." -Salmos 111:10
Nuestro temor a Dios implica reconocerle como nuestro Creador, buscarle diariamente y estar cercanos a su Palabra. Esto nos mantendrá tomando las decisiones correctas y en los caminos que Él tiene para nosotros.
Este año que comienza, te animo, hermano, a conocer más a nuestro Señor. Y si tu corazón se ha enfriado, acércate a Él con un corazón contrito y humillado.
Hagamos las cosas a la manera de Dios.
¡Bendecida semana!
